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minimalista

Sobre el calificativo “minimalista”

 

Josep Quetglas

 

Publicado en “Boletín bibliográfico de la Librería Laie, Barcelona, verano 1994 y “Artículos de ocasión” ed. GG 2004.

 

Música “minimalista”, arquitectura, teatro, danza, cocina “minimalista”, narrativa “minimalista”: son expresiones a las que últimamente nos están acostumbrando, que entran ya que en el lenguaje común, como ocurriera hace décadas con “surrealista” o “kafkiano”.

Con una diferencia. “Surrealista”, “kafkiano”, “quijotesco” pudieron tener, en origen, un contenido de generalidad que los ha hecho efectivamente aplicables a situaciones muy alejadas entre sí,  que quizás recibirían incluso el beneplácito de Breton. Por el contrario, no puede usarse “minimalista” como adjetivo para caracterizar cualquier actividad, cualquier producto, sin mostrar, inmediatamente, que no sabe de qué se está hablando, sin mostrar una absoluta incomprensión respecto a aquella actitud que mantuvieron algunos artistas americanos de los años sesenta: Robert Morris, Donald Judd, Sol Le Witt...

Porque lo minimalista es algo que trata de cortocircuitar cualquier información entre la obra y el espectador. Todo interés que el espectador llegue a manifestar respecto a la obra, le es bloqueado.

 

Por un lado, está una apabullante presencia de la obra, objeto capaz, por sí sólo, de embarazar el lugar. Por otro lado, hay una oclusión comunicativa, una indetermiación en la composición de la obra, una neutralidad de su factura, que llegan a impedir cualquier determinación en el objeto, del que no puede llegar a decirse sino que está ahí, sin más, sin saberse qué es. Ni siquiera podríamos decir de él (o ella) si es una pintura o una escultura: eso lo/la dotaría ya de una componente reconocible, cuando carece de todas.

Algo de lo que pueda llegar a decirse que es música, o arquitectura, o teatro, o danza, o cocina, o narrativa, ya no puede ser minimalista. No hay, por tanto, cosas como “música minimalista” o “arquitectura minimalista”. Hay que dejar esas expresiones comerciales, del mundo de la publicidad, por entero a críticos, periodistas y demás intelectuales mínimos.

4 comentarios

rosame elano -

ja ojala esto ca lo ke busco oyeron o lelleron jajajajaja :( tontoks tareas

Filos77 -

Cuando señalas que "Algo de lo que pueda llegar a decirse que es música, o arquitectura, o teatro, o danza, o cocina, o narrativa, ya no puede ser minimalista", obviamente estás tomando una postura propia del Taoismo o del Budismo Zen. Si eso es cierto, entonces, al menos como etiquta, te pones del lado de quienes afirman que el minimalisma tiene una relación ideológica con ciertas filosofías orientales, con lo que estaría de acuerdo. Es por ello que de ninguna manera podemos llamar Minimalista a cualquier obra que destaque solamente por su austeridad. Es necesario, como afirma Pablo, esa "apabullante presencia de la obra". Pablo señala la presencia de ese algo que impide "cualquier determinación en el objeto, del que no puede llegar a decirse sino que está ahí, sin más, sin saberse qué es", aludiendo a una persepción, una sensación intuitiva del espacio y las formas que lo contienen, donde el habla y la lógica no son necesarias para comprenderlo.

TONY -

Es sin duda una de las mejores observaciones que he leido sobre lo mínimo y el minimalismo. Y sobre los calificativos, comparto totalmente el sentir del autor.

Saludos.

Pablo -

Por un lado, está una apabullante presencia de la obra, objeto capaz, por sí sólo, de embarazar el lugar. Por otro lado, hay una oclusión comunicativa, una indetermiación en la composición de la obra, una neutralidad de su factura, que llegan a impedir cualquier determinación en el objeto, del que no puede llegar a decirse sino que está ahí, sin más, sin saberse qué es. Ni siquiera podríamos decir de él (o ella) si es una pintura o una escultura: eso lo/la dotaría ya de una componente reconocible, cuando carece de todas.


A mi me parece una buena aproximación al concepto de lo minimalista, y me parece aplicable a numerosas disciplinas.