CIAM (1ª Parte)
25 al 29 de Junio de 1928 Congreso preparatorio Internacional de Arquitectura Moderna.
Además de realizar excelente arquitectura, se lo pasaban de puta madre...
Las reuniones se realizaron en la capilla adosada al castillo, en donde existe el Mausoleo de François de la Sarraz, representado desnudo y con el cuerpo recubierto de bestias inmundas (antepasado del marido de Mandrot, que había sido propenso a la juerga y la diversión, fue condenado de esta manera por su viuda para eternizar el resultado de sus calaveradas).
A esta capilla se le puede atribuir el recuerdo de un divertido episodio. Habiéndose levantado muy tarde, Mercadal, que la víspera había (como todos) festejado noblemente a Baco y la botella, intentó entrar subrepticiamente, sin hacerse notar, mientras estábamos en plena sesión. Me parece ver todavía el aire apesadumbrado de Mercadal en el umbral de la grande y pesada puerta de la capilla que rechinó de una manera terrible sobre sus goznes produciendo un ruido diabólico. Mercadal no tuvo tiempo de excusarse ya que recibió como salutación cálidas aclamaciones.
Madame de Mandrot no apreciaba demasiado a las mujeres y no fue admitida ninguna en el recinto del castillo, con excepción de su sobrina, de la eminente crítica Lucienne Florestin y de una mecanógrafa. Por consiguiente, algunos congresistas, entre ellos Le Corbusier, pasaron algunas noches fuera de las murallas medievales y no regresaron hasta el alba, con mucho sigilo, lo cual ocasionaba algunas escenas de divertidas y espectaculares abluciones, visibles lo mismo desde el exterior de la fortaleza.
Gerrit Thomas Rietveld se presentó en la Sarraz ridículamente vestido como un vagabundo y no llevando consigo, a guisa de equipaje, más que un cepillo de dientes y una toalla envueltos en un periódico; y también que sorprendí en un rincón del parque, al precursor Hendrik Petrus Berlage dibujando un esquema del castillo fortificado.
Igualmente, debo citar las que nos alegraron y divirtieron durante nuestras veladas, animadas por la infernal energía de Mercadal, gran degustador, que el aristócrata Juan de Zavala vigilaba atentamente temiendo lo peor. Recuerdo todavía hoy, después de tantos años, a Le Corbusier vestido como un miliciano de la Restauración o metido dentro de una armadura de la cual no tenía modo de salir, ya que los caballeros de antaño eran más pequeñitos que los arquitectos de hoy. Pienso también en Víctor Bourgeois que no conseguía volver a levantar la visera de su yelmo de guerrero, a Gabriel Guevrekian (cabeza rapada como un eunuco o como Yul Brinner, a quien se parecía), a Pierre Jeanneret y a André Lurçat llevando las charreteras y el uniforme con bastante poca gracia.
Sin despreciar los placeres de la mesa y los lances amistosos, el Congreso nunca perdió de vista el hecho de que sus trabajos debían terminar por el enunciado de un programa general de reformas e innovaciones que hay que introducir en la arquitectura y el urbanismo.
El Congreso de la Sarraz terminó brillantemente en la universidad de Lausana con una conferencia magistral de Le Corbusier, sobre las obras de los participantes, que comentó con ayuda de diapositivas. Vestido con un mal smoking de alquiler, mal abrochado Le Corbusier estuvo muy hablador pero en equilibrio muy precario encima del podio, ya que acabábamos de llegar de haber saboreado algo más que los tres vasitos de vino blanco seco rituales en una bodega de Epesses que poseía el mayor tonel de Suiza.
Hemos de hacer notar, además, que los congresistas se habían reunido por una causa ideal, totalmente desinteresada, y que denunciaron, por consiguiente, los ilícitos manejos de los ávidos constructores y de los especuladores inmobiliarios.
Texto (extracto) de Alberto Sartoris, publicado en Arquitectura Bis (mayo de 1978).
Foto: En una celebración, en segundo plano (de izquierda a derecha): Gueurekian, Le Corbusier, Lurçat, Bourgeois, Von der Mühw. En primer plano (de izquierda a derecha): Mercadal, Jeanneret y Madame de Mandrot.
Además de realizar excelente arquitectura, se lo pasaban de puta madre...
Las reuniones se realizaron en la capilla adosada al castillo, en donde existe el Mausoleo de François de la Sarraz, representado desnudo y con el cuerpo recubierto de bestias inmundas (antepasado del marido de Mandrot, que había sido propenso a la juerga y la diversión, fue condenado de esta manera por su viuda para eternizar el resultado de sus calaveradas).
A esta capilla se le puede atribuir el recuerdo de un divertido episodio. Habiéndose levantado muy tarde, Mercadal, que la víspera había (como todos) festejado noblemente a Baco y la botella, intentó entrar subrepticiamente, sin hacerse notar, mientras estábamos en plena sesión. Me parece ver todavía el aire apesadumbrado de Mercadal en el umbral de la grande y pesada puerta de la capilla que rechinó de una manera terrible sobre sus goznes produciendo un ruido diabólico. Mercadal no tuvo tiempo de excusarse ya que recibió como salutación cálidas aclamaciones.
Madame de Mandrot no apreciaba demasiado a las mujeres y no fue admitida ninguna en el recinto del castillo, con excepción de su sobrina, de la eminente crítica Lucienne Florestin y de una mecanógrafa. Por consiguiente, algunos congresistas, entre ellos Le Corbusier, pasaron algunas noches fuera de las murallas medievales y no regresaron hasta el alba, con mucho sigilo, lo cual ocasionaba algunas escenas de divertidas y espectaculares abluciones, visibles lo mismo desde el exterior de la fortaleza.
Gerrit Thomas Rietveld se presentó en la Sarraz ridículamente vestido como un vagabundo y no llevando consigo, a guisa de equipaje, más que un cepillo de dientes y una toalla envueltos en un periódico; y también que sorprendí en un rincón del parque, al precursor Hendrik Petrus Berlage dibujando un esquema del castillo fortificado.
Igualmente, debo citar las que nos alegraron y divirtieron durante nuestras veladas, animadas por la infernal energía de Mercadal, gran degustador, que el aristócrata Juan de Zavala vigilaba atentamente temiendo lo peor. Recuerdo todavía hoy, después de tantos años, a Le Corbusier vestido como un miliciano de la Restauración o metido dentro de una armadura de la cual no tenía modo de salir, ya que los caballeros de antaño eran más pequeñitos que los arquitectos de hoy. Pienso también en Víctor Bourgeois que no conseguía volver a levantar la visera de su yelmo de guerrero, a Gabriel Guevrekian (cabeza rapada como un eunuco o como Yul Brinner, a quien se parecía), a Pierre Jeanneret y a André Lurçat llevando las charreteras y el uniforme con bastante poca gracia.
Sin despreciar los placeres de la mesa y los lances amistosos, el Congreso nunca perdió de vista el hecho de que sus trabajos debían terminar por el enunciado de un programa general de reformas e innovaciones que hay que introducir en la arquitectura y el urbanismo.
El Congreso de la Sarraz terminó brillantemente en la universidad de Lausana con una conferencia magistral de Le Corbusier, sobre las obras de los participantes, que comentó con ayuda de diapositivas. Vestido con un mal smoking de alquiler, mal abrochado Le Corbusier estuvo muy hablador pero en equilibrio muy precario encima del podio, ya que acabábamos de llegar de haber saboreado algo más que los tres vasitos de vino blanco seco rituales en una bodega de Epesses que poseía el mayor tonel de Suiza.
Hemos de hacer notar, además, que los congresistas se habían reunido por una causa ideal, totalmente desinteresada, y que denunciaron, por consiguiente, los ilícitos manejos de los ávidos constructores y de los especuladores inmobiliarios.
Texto (extracto) de Alberto Sartoris, publicado en Arquitectura Bis (mayo de 1978).
Foto: En una celebración, en segundo plano (de izquierda a derecha): Gueurekian, Le Corbusier, Lurçat, Bourgeois, Von der Mühw. En primer plano (de izquierda a derecha): Mercadal, Jeanneret y Madame de Mandrot.
8 comentarios
Eric -
n E k h 0 -
maxi -
almalé -
¿Qué no está bien? Jeny
JENY -
Filos77 -
Por otra parte, el Poema Electrónico es alucinante y revelador. ¿Saben en que consistió la participación de LeCorbu?
Gracial Pica
Almalé -
Casi 80 años despues estas revindicaciones siguen igual o más vigentes todavía: "...los congresistas se habían reunido por una causa ideal, totalmente desinteresada, y que denunciaron, por consiguiente, los ilícitos manejos de los ávidos constructores y de los especuladores inmobiliarios..."
Simplemente necesitamos una nueva Madame de Mandrot.
kalf -
saludos